La idea de Taylor
Aunque se ha repetido hasta la saciedad que Internet tiene su origen
en un proyecto militar estadounidense para crear una red de ordenadores
que uniera los centros de investigación dedicados a labores de defensa
en la década de los 60 en los Estados Unidos y que pudiera seguir
funcionando a pesar de que alguno de sus nodos fuera destruido por un
hipotético ataque nuclear, los creadores de ARPANET, la red precursora
de Internet, no tenían nada parecido en mente y llevan años intentando
terminar con esta percepción.
Internet surgió en realidad de la necesidad cada vez más acuciante de
poner a disposición de los contratistas de la Oficina para las
Tecnologías de Procesado de la Información (IPTO)
más y más recursos informáticos. El objetivo de la IPTO era buscar
mejores maneras de usar los ordenadores, yendo más allá de su uso
inicial como grandes máquinas calculadoras, pero se enfrentaba al serio
problema de que cada uno de los principales investigadores y
laboratorios que trabajaban para ella parecían querer tener su propio
ordenador, lo que no sólo provocaba una duplicación de esfuerzos dentro
de la comunidad de investigadores, sino que además era muy caro; los
ordenadores en aquella época eran cualquier cosa menos pequeños y
baratos.
Robert Taylor, nombrado director de la IPTO en 1966, tuvo una brillante idea basada en las ideas propuestas por J. C. R. Licklider en un artículo llamado Man-Computer Symbiosis (aquí está en formato PDF junto con otro artículo de Licklider llamado The Computer as a Communication Device):
¿Por qué no conectar todos esos ordenadores entre si? Al construir una
serie de enlaces electrónicos entre diferentes máquinas, los
investigadores que estuvieran haciendo un trabajo similar en diferentes
lugares del país podrían compartir recursos y resultados más facilmente y
en lugar de gastar el dinero en media docena de caros ordenadores
distribuidos por todo el país, la ARPA (Agencia para Proyectos de
Investigación Avanzados, agencia de la que dependía la IPTO de Roberts;
hoy en día se llama DARPA) podría
concentrar sus recursos en un par de lugares instalando allí ordenadores
muy potentes a los que todo el mundo tendría acceso mediante estos
enlaces.
Con esta idea en mente Taylor se fue a ver a su jefe, Charles Herzfeld,
el director de la ARPA, y tras exponer sus ideas le dijo que podrían
montar una pequeña red experimental con cuatro nodos al principio y
aumentarla hasta aproximadamente una docena para comprobar que la idea
podía llevarse a la práctica.
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